«Fábula»: el amor y la imaginación

Estreno de la ópera «Fábula», con música de Oscar Strasnoy sobre un libereto de Alejandro Tantanián y un esquema dramatúrgico de Renate Ackermann. Compuesta para el contratenor Daniel Gloger y Garth Knox, en viola d ́amore. Decorados y vestuario: Genevieve Périat. Cantado en castellano, salvo una escena en idish (traducción de Meilach Glocer. En la Sala Martín Casacuberta del Teatro San Martín.
Como bocanada de aire fresco llega el estreno de esta ópera «de bolsillo» de Oscar Strasnoy a Buenos Aires, auténtica novedad dado el relativo aislamiento de nuestro país en materia de música actual. Con ello, el magnífico ciclo de conciertos de música contemporánea que culminó en el Teatro San Martín ofreció al público local junto a las obras ya consagradas del siglo veinte, otras de creación reciente, interpretadas en éste y los anteriores festivales con un nivel de excelencia digno de mención. «Fábula», como muchas creaciones de la tradición oral y literaria, bajo su simple e inocente enunciado, remite a verdades profundas no siempre advertidas por quienes se sienten atrapados por su encantadoras imágenes. «La realidad exterior está permanentemente modificada por nuestra inquietud interior», afirma el autor al relatar la génesis de esta joyita del teatro musical, empresa que acometió después del significativo éxito obtenido con su ópera a capella «Geschichte» («Historia») el año pasado en el Centro de Experimentación del Teatro Colón.

Un notable contratenor

El joven protagonista de esta historia (el contratenor Daniel Gloger) es seducido por el perfume de un pañuelo y quiere creer que su dueña es una bella joven. Ante la imposibilidad de ver al ser amado -su «ceguera» amorosa es completa, asistido tan sólo el soporte sonoro de una viola d ́amore, ello acrecienta su apego a la creación de su mente. Cuando esa imposibilidad se torna absoluta decide casarse y pone un anillo en la mano de la amada, a quien le impidieron poder ver. Y sobreviene la decepción.
Gloger es un notable contratenor alemán, pero además posee un extraordinario talento histriónico que corre parejo con su mímica y su lenguaje gestual. Su privilegiado registro y su virtuosismo no lo limitan interpretativamente, también puede incursionar en los de tenor ligero, barítono; imitar a una «mezzo» o una soprano en intrincados fonemas y morfemas, para dar lugar a relatos colaterales que lo aproximan al «Sprechgesang» (canto hablado).

Violista e interlocutor

Su permanente extroversión y verborragia escénica es también proteiforme: Gloger, es alternativamente el seducido; las tres viejas que lo observan desde lo alto y lo engañan con el pañuelo; el recuerdo de su madre que lo acuna, las tres hadas que lo rescatan de la desilusión… Es, además, el interlocutor de su acompañante, el destacado violista irlandés Garth Knox. Por supuesto, Knox no permanece indiferente a lo que le ocurre y, a falta de acción dramática (tan sólo con desplazamientos escénicos para soslayar la estaticidad) se constituye en la lacónica contraparte verbal del iluso (incluidos sabrosos argentinismos mediante). Su viola d ́amore también asume otros registros. Ha sido afinada de tal manera (scordatura), y con tal amplitud que puede abarcar la extensión de un violonchelo y aun la de un violín. De esta manera no sólo se allanó a las variaciones del protagonista sino que, además, le restó entidad sonora al instrumento para dar primacía a su voz. En cierto sentido, su intervención musical no abunda en virtuosismos o intervenciones especiales.
«Fábula» es el resultado y la síntesis de una ceñida e intensa labor de equipo de Strasnoy y Alejandro Tantanián que elaboraron el relato sobre una historia folklórica italiana, también sobre los esquemas dramatúrgicos que una y otra vez debió adaptar Renate Ackermann. Los desplazamientos escénicos y la iluminación de Gonzalo Córdoba hicieron el resto.
Aun habiendo sido designada ópera «de bolsillo», «Fábula» es una reflexión incisiva, con situaciones grotescas, ironías y sarcasmos, que señala posibilidades ciertas y eficaces del teatro musical, confirmando una vez más el poder transformador de la imaginación más allá de los planteos cognitivos.

HÉCTOR CODA
source : La Nacion